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Natalie Taylor

HISTORIA DE SAN MIGUEL: Allende vs Hidalgo

En septiembre escribí sobre los acontecimientos que llevaron a la Guerra de Independencia y nombré a San Miguel la cuna de la Independencia. Uno de los lectores de mi blog me llamó la atención y dijo que estaba equivocada, que la verdadera cuna de la independencia fue el pueblo de Dolores, de donde vino Miguel Hidalgo. Naturalmente, no estuve de acuerdo porque mi lealtad es hacia el pueblo que ahora es mi hogar, San Miguel de Allende, pero prometí investigar más y escribir sobre ello en otro artículo.


Entonces, ¿cuál ciudad es realmente la cuna de la independencia mexicana? Una cuna, después de todo, es el lugar donde algo comenzó. ¿Dónde comenzaron las ideas y el movimiento para hacer de Nueva España un estado independiente? ¿Fue en Dolores o fue en San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende)?

Las ideas de soberanía comenzaron en San Miguel, aquí es donde se llevaron a cabo las primeras reuniones conspirativas1 y es el lugar de nacimiento de Allende (en efecto, su cuna).


La razón principal por la que se le da esa connotación a Dolores es que fue allí, en efecto, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo y Costilla llamó al pueblo a levantarse y expulsar a los españoles gobernantes.

Pero eso llegó como una ocurrencia de último momento, porque el mensajero que trajo noticias sobre la traición fue primero a San Miguel, con la intención de que el mensaje fuera para Ignacio Allende, no para Hidalgo. Simplemente sucedió que Allende estaba en Dolores en ese momento, por lo que el mensaje le fue entregado allí. Sí, se puede decir que el levantamiento, el momento inicial de la guerra fue en Dolores, pero San Miguel fue la base. San Miguel es la cuna de la independencia por diseño; ¡Dolores se convirtió en la cuna por accidente!2


Siempre me ha molestado que Hidalgo parezca tener mayor consideración histórica que Ignacio Allende. En muchas ciudades y pueblos mexicanos por los que hemos viajado, encontramos a menudo una estatua o pintura de Miguel Hidalgo, en su típica pose revolucionaria, con el brazo en alto en desafío y los labios entreabiertos en un eterno grito de independencia. Sin embargo, rara vez hay una representación de Ignacio Allende a su lado, y con frecuencia ni siquiera se menciona su nombre. Por eso me he preguntado a menudo, ¿cómo perdió su puesto el verdadero líder militar e instigador de la guerra de independencia de México? ¿Por qué Allende se convirtió, como lo nombró Benito Abad Arteaga en su biografía de 1993, en El Héroe Olvidado?



Las muchas caras de Ignacio Allende: Su biografía, dibujo tomado del libro de Jesús Ibarra “SMA: su ADN”, y la representación más frecuente como guerrero en la Guerra de Independencia.


Necesitamos averiguar más sobre cada hombre, el movimiento de independencia y la coyuntura en la que ambos se unen, para evaluar mejor y tomar una decisión.

Miguel Hidalgo y Costilla  era un hombre fascinante, un sacerdote de gran intelecto, filósofo, escritor y alguien que vio tempranamente los valores de la Ilustración. Hidalgo era 16 años mayor que Ignacio Allende, por lo que en 1779, cuando el primero se convirtió en rector del Colegio de San Nicolás en Valladolid, Ignacio tenía sólo diez años.


Hidalgo no tenía miedo de hablar y luchó contra la supresión de las ideas y la expresión, lo que finalmente provocó que lo expulsaran del colegio. Era un tábano para la Iglesia Católica por lo que decía: que los judíos tenían libertad de conciencia para rechazar a Jesús como su mesías, afirmaba que la sexualidad era una parte normal de la naturaleza humana, se oponía al celibato de los sacerdotes (una posición nada inusual para alguien que tenía muchas amantes) y había negado la Inmaculada Concepción. Estas ideas radicales llevaron a su juicio ante la Inquisición. No debería sorprendernos que fuera capaz de evitar una sentencia; desde sus días de estudiante se le conocía como el zorro, o sea listo como un zorro.


Sin embargo, tras sus altercados con la Iglesia y la Inquisición, fue enviado a un pequeño pueblo para ser párroco de una población mayoritariamente indígena. Así fue como acabó en el pueblo de Dolores en 1803. Allí retomó sus creencias en la justicia y la igualdad social, y se ganó el gran cariño y respeto de sus feligreses.


Mientras tanto, su eventual codirector de la guerra de independencia maduraba y asumía los mismos ideales humanitarios. Ignacio Allende había estudiado en el Colegio de Sales de San Miguel, donde otro sacerdote, Juan Díaz de Gamorra, promulgaba la filosofía de la Ilustración a sus estudiantes, dándoles ideas sobre los derechos humanos y la soberanía. Allende se convirtió en militar, capitán de los dragones reales, pero hombre de principios, respetuoso con los demás y con el orden. No estaba contento con el estatus de ciudadanos secundarios de los criollos del que formaba parte, y soñaba con una Nueva España libre, gobernada no por los españoles, sino por los nacidos en su suelo. Los rumores revolucionarios estaban en el aire y pronto Ignacio Allende comenzó a reunirse con otros para discutir formas de llevar a cabo el derrocamiento del régimen español y obtener la libertad y la soberanía. En la casa de su hermano Domingo los conspiradores se juntaban subrepticiamente.


Los conspiradores se reunían en el entrepiso mientras en el resto de la casa se celebraban bailes y tertulias. El movimiento creció y los conspiradores comenzaron a reunirse también en la ciudad de Querétaro. En ese momento Allende invitó a Miguel Hidalgo a participar, debido al gran respeto que le tenía.

Así fue como los dos hombres se convirtieron en coconspiradores primero, por lo que Allende estaba en Dolores conferenciando con Hidalgo el 15 de septiembre de 1810 cuando llegó la noticia de la traición. Una vez que se dio la noticia, Allende propuso esperar un momento más propicio. Pero Hidalgo, conocido por su naturaleza impetuosa, decidió despertar a los feligreses al amanecer y los incitó a la acción gritando: “¡Vamos a cazar los gachupines!”. ¡Ese fue el grito de la independencia y la guerra comenzó!


Los primeros esfuerzos militares del ejército insurgente resultaron victoriosos y las tropas nombraron a Hidalgo capitán general y a Allende, su subordinado, teniente general. Éste fue quizá el mayor error de la Guerra de la Independencia: conceder el máximo poder militar a un sacerdote sin experiencia en batalla.

El primer desacuerdo se produjo cuando las fuerzas insurgentes capturaron la Alhóndiga de Granaditas, donde los españoles habían buscado refugio dentro del granero que parecía una fortaleza. Una vez capturado, Allende se opuso firmemente a que Hidalgo permitiera a los insurgentes desatar su odio contra los cautivos españoles: más de 400 hombres, mujeres y niños fueron masacrados por los insurgentes.


Los hombres que dirigía Hidalgo lo veían como una figura carismática, incapaz de cometer errores, casi el mesías encarnado. Lo llamaban Generalísimo e incluso adoptaron el título de Su Alteza Serenísima. El poder es embriagador e Hidalgo lo absorbió con regocijo, ignorando el consejo del experto militar, Ignacio Allende.


Luego vino lo que probablemente fue el mayor error estratégico de la guerra. El 30 de octubre de 1810, las fuerzas insurgentes ganaron una batalla decisiva contra los realistas en el Monte de las Cruces, a sólo 35 kilómetros de la Ciudad de México. Allende insistió en que debían continuar y tomar el control de la capital, lo que les habría dado un poder estratégico increíble. Pero Hidalgo no quería, y el hecho de ser el que estaba al mando ganó. En marzo de 1811, las fuerzas insurgentes estaban acorraladas en Acatita de Bajan. Allende, Hidalgo y otros fueron capturados, y en junio de 1811 todos habían sido ejecutados. Sus cabezas, decapitadas después de su muerte, fueron colgadas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, un triste recordatorio para los realistas de lo que los insurgentes habían hecho con los cautivos españoles que estaban dentro. Las cabezas colgaban en jaulas durante los siguientes diez años de la Guerra de la Independencia, hasta que México se convirtió en una nación independiente.


Entonces, ¿por qué se venera a Miguel Hidalgo por encima de Ignacio Allende? Probablemente porque era sacerdote y la Iglesia Católica era, y sigue siendo, una fuerza muy poderosa. O tal vez, una vez que la historia empezó a escribirse a su favor, a Ignacio Allende le costó llegar a la cima. Quizá nunca sepamos todas las razones, pero yo seguiré sosteniendo que Ignacio Allende es, por lo menos, un héroe tan importante como Hidalgo, si no más. ¡Y San Miguel es definitivamente la cuna de la Independencia!


 

1  Las reuniones de los conspiradores estaban en la casa del hermano mayor de Ignacio Allende, Domingo. Mientras se llevaban tertulias o bailes, los conspiradores se juntaban en el entrepiso preparándose para la guerra de independencia.

2 Esto es lo que me dijo el historiador Jesús Ibarra, cuando platicamos el 3 de octubre. Su libro: “San Miguel de Allende, su ADN,” ha sido uno de los textos más importantes en mis investigaciones históricas.













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