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Natalie Taylor

HISTORIAS DE SAN MIGUEL: Hechos históricos menos conocidos

Si han seguido algunas de mis historias sobre San Miguel de Allende, quizás recuerdan que muchas de ellas son leyendas, no basadas en la realidad. Las leyendas, sin embargo, suelen contener una pizca de verdad, un hecho real que incita a volver a contarlo, en el que los detalles se vuelven más importantes que el suceso real y, con el tiempo, se crea una historia muy embellecida. Es una narrativa comunitaria y ficticia que se convierte en parte de la identidad de una comunidad. Tales son las historias sobre una criatura acuática en el profundo cañón del Charco del Ingenio, o músicos fantasmales tocando en Piedras Chinas. Tal vez una criatura de gran tamaño fue avistada una vez en las aguas del Charco, y hay una alta probabilidad de que un grupo de músicos tocaron en la ciudad hasta la madrugada y luego, en estado de ebriedad, imaginaron un viaje a una fiesta en el infierno. Con el tiempo, las historias se fueron enriqueciendo con el recuento y pasaron a formar parte del saber popular de la ciudad.


Algunos acontecimientos raros realmente sucedieron y su ocurrencia está documentada por registros oficiales. Pero su singularidad y la presencia de pocos testigos, los elevaron a la categoría de leyenda. Contaré dos de esas historias: una, un fenómeno natural magnífico y otra, una catástrofe natural mortal.


La aurora boreal


El fenómeno llamado Aurora Boreal (literalmente “amanecer del norte”) es un espectáculo de luz natural que ocurre comúnmente cerca de los polos norte y sur de la Tierra. El término fue acuñado por primera vez por Galileo Galilei en 1619, y utilizó el término aurora, que es el nombre romano de la diosa del amanecer. Creía que estos juegos de luces eran causados por el reflejo de la luz solar en la atmósfera. La forma en que los científicos lo explican ahora es que partículas cargadas eléctricamente, iones, salen disparados del sol e interactúan con los gases en la superficie de la tierra, creando estas películas brillantes de luz.


Cuando se ve en el hemisferio sur, el nombre propio es Aurora Australis, o amanecer del sur. Sin embargo, estas luces celestes, que bailan silenciosamente en el horizonte, pueden aparecer en lugares alejados de los polos, en latitudes más cercanas al ecuador. El hecho de que sean tan poco comunes en esas regiones los hace aún más espectaculares. San Miguel de Allende es uno de esos lugares inusuales, y la aurora boreal fue vista aquí al menos dos veces.


El primer momento registrado fue la medianoche del 14 de noviembre de 1779. Como era de esperar, quienes lo presenciaron quedaron aterrorizados por la extraña visión en el cielo e inmediatamente asumieron que pronto ocurriría una calamidad. No pasó nada malo y la vida continuó. Se produjo una gran agitación, pero no hasta que pasaron 31 años. En 1810 estalló en las calles de San Miguel la Guerra de Independencia, encabezada por el hijo oriundo Ignacio Allende. Sin embargo, en el momento del espectáculo pirotécnico celestial, Allende, generalísimo del ejército insurgente, tenía sólo diez años.


El 2 de septiembre de 1864 se produjo nuevamente el fenómeno meteorológico. Una vez más, la mayoría de los habitantes presagiaba un desastre: la retribución de Dios sobre la comunidad, el juicio final o simplemente el fin del mundo. Afortunadamente, hubo algunos ancianos que habían presenciado el evento anterior (85 años antes) cuando eran niños o habían oído hablar de él a sus padres.


La siguiente vez que la Aurora Boreal apareció en los cielos de San Miguel, fue en la década de 1950, después de un lapso de tiempo casi idéntico. Este último ocurrió en las primeras horas de la madrugada, por lo que contó con menos testigos. Si suponemos que el período de tiempo entre las auroras sigue siendo el mismo, deberíamos ver otra Aurora Boreal sobre San Miguel de Allende dentro de once años: ¡2035 marcará 85 años desde la última!


Una terrible inundación en San Miguel


San Miguel de Allende está ubicado al pie de una cañada, que canaliza las aguas de las cuencas hacia el este. Las fuertes lluvias aumentan el volumen de agua en la cañada y pueden provocar inundaciones en las altitudes más bajas. Cuando las precipitaciones son intensas y repentinas, los arroyos que normalmente llevan el desbordamiento hacia abajo, se desbordan y pueden provocar grandes inundaciones, especialmente en las orillas. Los cauces de lo que parecen insignificantes arroyos, se llenan y crean terribles torrentes que descienden por las quebradas con tremenda fuerza.


Se han documentado varias inundaciones en San Miguel, desde que se llevan registros. Las siguientes inundaciones fueron lo suficientemente graves como para incluirlas en los libros: 1894, 1933, 1973 y 1998. La última gran inundación en nuestra ciudad fue particularmente grave y causó pérdidas de vidas y propiedades. Después de dos días de fuertes lluvias, los vecinos presenciaron el asombroso poder de las aguas desatadas en la madrugada del 3 de octubre de 1998. Mientras los residentes celebraban la Alborada, el agua comenzó a caer del cielo. Dejo la parte oriental de la ciudad, y ganó potencia y velocidad a medida que se acercaba a la Presa del Charco del Ingenio.


El torrente arrastró piedras, árboles, animales y todo lo que recogió en su camino, cruzó la carretera hacia Querétaro y continuó su descarga a la Presa. Cuando la Presa superior del Charco del Ingenio se llenó, las aguas cayeron sobre la presa en una increíble demostración de poder, y luego continuaron llenando el arroyo en su camino hacia el cañón. Desde allí, las aguas llenaron la presa inferior y luego se precipitaron a través de Fábrica Aurora hacia el centro del pueblo.


Los puentes peatonales cedieron cuando el arroyo Cachinches se llenó y luego desbordó sus límites.



A las ocho de la mañana, la corriente había cubierto la Avenida Guadalupe en la colonia San Juan de Dios, y las ventanas y puertas de los niveles inferiores iban desapareciendo. Los autos eran arrastrados por la corriente como si fueran juguetes, y en la Plaza Insurgentes sólo se veían las farolas sobre las aguas fangosas. Las fotos muestran algunos de los terribles efectos de la inundación. En la foto de abajo se muestra una camioneta atrapada en la corriente.



Aquí y allá se escuchaban las sirenas de los camiones de bomberos y de las ambulancias, mientras las autoridades comenzaban a realizar su trabajo. Su ayuda fue eficaz y rápida, y aunque los daños materiales fueron cuantiosos, la pérdida de vidas fue mínima. Por supuesto, cualquier vida perdida es demasiado, pero considerando la gravedad de las inundaciones, fue una suerte que no murieran más.


Los registros oficiales afirman que tres personas perdieron la vida. Entre las anécdotas estuvo el reclamo de que algunas personas intentaron ingresar a viviendas cuando las aguas habían comenzado a bajar un poco, pero con lo que no contaron fue con que se habían caído cables eléctricos. Al parecer varias personas resultaron electrocutadas. No se sabe si efectivamente fue así y, de ser así, si esas personas se contaron entre las tres muertes que tuvieron lugar.


Aunque desde entonces han ocurrido muchas otras inundaciones en San Miguel (parecen ocurrir durante la mayoría de las temporadas de lluvias), ninguna se ha aproximado a la devastación de la inundación de 1998.




Cuentos tomados de: Espinosa, José Cornelio López. La Villa de San Miguel el Grande y la Ciudad de San Miguel de Allende, 2010, p. 27, pág. 105


Fotos de José Ortiz “El Negro” Moya

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